ERRORES SOBRE LA
INICIACIÓN
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La escala
de Jacob en un códice medieval, motivo de inspiración del cuadro
de logia en el grado de aprendiz |
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Uno de los errores
más extendidos es el de considerar la iniciación como algo de orden
simplemente «moral» y «social». Este punto de vista es concretamente
el de la mayoría de los masones actuales, y, al mismo tiempo, es
también sobre el mismo terreno exclusivamente «social» donde se
colocan las mayor parte de aquellos que les combaten, lo que prueba
también que las organizaciones iniciáticas no dan pie a los ataques
del exterior sino en la medida misma de su degeneración.
En todo caso, no
vemos verdaderamente cuál podría ser el valor o incluso la razón de
ser de una pretendida iniciación que se limitaría a repetir,
disfrazándolo bajo una forma más o menos enigmática, lo más banal que
hay en la educación profana, lo que está más vulgarmente «al alcance
de todo el mundo». Por lo demás, con eso no entendemos negar en modo
alguno que el conocimiento iniciático pueda tener aplicaciones en el
orden social, tanto como en no importa cuál otro orden; pero eso es
otra cuestión. Primeramente, esas aplicaciones contingentes no
constituyen en modo alguno el fin de la iniciación, ya que parten de
principios que no tienen nada que ver con preceptos de «moral»
corriente, sobre todo cuando se trata de la famosísima «moral laica»,
tan querida por tantos de nuestros contemporáneos, y, además, proceden
por vías inaprehensibles a los profanos.
Por tanto, en tanto
que uno se limite a «moralizar» sobre los símbolos, con intenciones
tan loables como se quiera, no se hará ciertamente obra de iniciación.
Errores más
sutiles, y por consiguiente más temibles, se producen cuando se habla
de la iniciación conmo de una «comunicación» con estados superiores o
«mundos espirituales»; tomando por «superior» lo que no lo es
verdaderamente, simplemente porque aparece como más o menos
extraordinario o «anormal». De hecho, los estados psíquicos no tienen
nada de «superior» ni de «transcendente», puesto que forman parte
únicamente del estado individual humano; y, cuando hablamos de estados
superiores del ser, con eso entendemos, sin ningún abuso de lenguaje,
los estados supra-individuales exclusivamente. Algunos van incluso
todavía más lejos en la confusión y hacen de «espiritual» casi
sinónimo de «invisible», es decir, que toman por tal, indistintamente,
todo lo que no cae bajo los sentidos ordinarios y «normales».
Pero eso no es
todo: admitamos que, en el pensamiento de algunos, se trate
verdaderamente de una comunicación con los estados superiores; eso
estará todavía muy lejos de bastar para caracterizar la iniciación. En
efecto, una tal comunicación es establecida también por los ritos de
orden puramente exotérico, concretamente por los ritos religiosos; es
menester no olvidar que, en este caso igualmente, entran en juego
influencias espirituales y no ya simplemente psíquicas, aunque para
fines completamente diferentes de aquellos que se refieren al dominio iniciático.
Esta confusión es
muy frecuente también, sobre todo entre aquellos que pretenden
estudiar la iniciación «desde afuera», con intenciones que, por lo
demás, pueden ser muy diversas; así, es indispensable denunciarla
formalmente: el esoterismo es esencialmente otra cosa que la religión,
y no la parte «interior» de una religión como tal, incluso cuando toma
su base y su punto de apoyo en ésta como ocurre en algunas formas
tradicionales. En el islamismo por ejemplo; la iniciación no es
tampoco una suerte de religión especial reservada a una minoría, como
parecen imaginarlo aquellos que hablan de los misterios antiguos
calificándolos de «religiosos». Bastará precisar que la religión
considera al ser únicamente en el estado individual humano y no apunta
de ninguna manera a hacerle salir de él, sino, al contrario, a
asegurarle las condiciones más favorables en este estado mismo,
mientras que la iniciación tiene como meta esencialmente rebasar las
posibilidades de este estado y hacer efectivamente posible el paso a
los estados superiores, e incluso, finalmente, conducir al ser más
allá de todo estado condicionado cualquiera que sea.
De eso resulta que,
en lo que concierne a la iniciación, la simple comunicación con los
estados superiores no puede ser considerada como un fin, sino solo
como un punto de partida: si esta comunicación debe ser establecida
primeramente por la acción de una influencia espiritual, es para
permitir después una toma de posesión efectiva de esos estados.
Extractado de: René Guénon, Apercepciones sobre
la Iniciación,
capítulo III.
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